Madrid, puente de mayo. Cuatro días de libertad, y también… de lluvia. Las previsiones no fallaban: cielo gris, paraguas abiertos y planes al aire libre cayendo como hojas en otoño. Decidí que era un buen momento para por fin enfrentarme a ese gigante que habita mi estantería desde hace años: Mitología Griega. Pero no había llegado ni al prólogo cuando sonó el teléfono…
—¿Qué hacés, chiquillo?
Claro, quién más iba a ser. La Cordobesa.
—¿No pensás salir hoy? A ver… ¿tú crees que yo me vine hasta Madrid para ver cómo llueve? ¡No, amigo! Hoy actúa El Brujo. ¡Y también es cordobés!
Y así, sin darme tiempo a responder, terminé bajo la lluvia en la Plaza de Cibeles, con mi amiga sonriendo como si el agua no existiera y agitando dos entradas en la mano: “¡Las últimas dos!”
Teatro Bellas Artes, escenario de mitos
Apenas entramos, el bullicio se disolvió en la sobriedad de un escenario desnudo: un taburete, un atril, un músico y… Rafael Álvarez “El Brujo”. Bastó que abriera la boca para que desapareciera todo lo demás. No había decorado, pero tampoco hacía falta. Su voz, su cuerpo, su humor, bastaban para edificar templos griegos, cruzar al oráculo de Delfos o pasearse con Sófocles de la mano.
Una obra, un viaje, una carcajada… o varias
Iconos o la exploración del destino no es solo un monólogo. Es una clase magistral de tragedia griega con risas incluidas. Un Edipo que se cruza con la inteligencia artificial. Una Antígona que habla de fake news. Una Medea que parece conocer Instagram. Todo con la agilidad mental y el humor socarrón que caracterizan al Brujo. El texto fluye como un río mitológico, con guiños actuales que hacen estallar carcajadas sinceras entre el público.
Y en medio de esa fábula, Javier Alejano acompaña con música en directo, como si Apolo estuviera en la banda sonora. El resultado: una experiencia que mezcla teatro clásico, humor cordobés, crítica moderna y filosofía milenaria… sin que te des cuenta de que han pasado más de 90 minutos.
Sobre El Brujo
Rafael Álvarez “El Brujo”, actor, dramaturgo y alquimista del escenario, lleva décadas recorriendo teatros de España con sus adaptaciones literarias y filosóficas. Su dominio de la palabra y su capacidad para conectar con el público lo convierten en un referente del teatro unipersonal. Cada obra suya es una conversación íntima entre él y el público… aunque estemos todos apretados en una sala llena.


El broche final
Cuando salimos, aún llovía. Pero algo había cambiado. La lluvia ya no molestaba. Caminamos bajo el aguacero como si fuéramos los nuevos héroes de la tragedia griega, sabiendo que el destino puede doler… pero también hacernos reír.
Y la Cordobesa, cómo no, ya andaba planeando nuestra próxima aventura teatral.