Crónica del musical Los pilares de la tierra en el Teatro EDP Gran Vía de Madrid. Una superproducción basada en la novela de Ken Follett que conquista al público con una épica historia medieval, grandes voces y tecnología escénica envolvente.
Estábamos en las puertas del verano. Madrid olía a despedidas anticipadas, a terrazas que aún no abrían del todo, y a ese soplo tibio que anuncia que lo mejor está por venir. La ciudad se desperezaba después de tanta lluvia… y yo también.
Un correo electrónico me cambió la noche: la productora beon. Entertainment me hacía llegar una invitación para asistir a Los pilares de la tierra, el musical, en el Teatro EDP Gran Vía. Una de esas funciones de las últimas —de esas que uno no quiere perderse— antes de que el telón baje para siempre… al menos en Madrid.
Sin dudar, hice lo que siempre hago en estos casos: llamé a La Cordobesa. Pero esta vez… no contestó al primer tono. Ni al segundo. Cuando finalmente respondió, su voz sonaba a lluvia. De esa que cae por dentro.
—Esta vez no voy a poder acompañarte… Pero ve, por favor. Y disfrútalo por los dos —me dijo.
Y así, con la butaca vacía a mi lado, crucé solo la Gran Vía. Me recibió el personal del teatro con su habitual calidez. Me acompañaron hasta mi asiento. El suyo, el de mi amiga, quedó vacío. Pero su presencia, como siempre, estaba.
Y entonces… se apagaron las luces. Y comenzó la historia.

Los pilares de la tierra no es un musical cualquiera. Es una epopeya escénica. Una catedral construida con acordes, pasiones y escenografía envolvente. Bajo la dirección musical de Iván Macías y las letras de Félix Amador, esta producción adapta la inolvidable novela de Ken Follett, llevándonos a la Inglaterra del siglo XII. Amor, traición, conspiraciones y la construcción de una catedral como símbolo de la resistencia humana.
Desde la primera nota, supe que estaba ante algo grande. Las voces, limpias y profundas. La escenografía, impactante. Las proyecciones y efectos sonoros nos transportaban a Kingsbridge, como si el teatro se derrumbara y se alzara piedra a piedra ante nuestros ojos.
Javier Ariano, como Jack Jackson, desbordó sensibilidad. Teresa Ferrer, en el papel de Aliena, fue simplemente conmovedora. Y el elenco entero, 27 actores en escena, dieron todo en una función que rozó lo sagrado.
Fue imposible no emocionarse. No mirar la butaca vacía a mi lado durante algunos solos. Y no pensar que, quizás, ella también lo estaría disfrutando desde otro lugar. A la salida, el público en pie. Largos minutos de aplausos. Un cierre a lo grande.
Desde su estreno mundial en noviembre de 2024, con Ken Follett presente en la platea, el musical ha alcanzado más de 200 funciones, consolidándose como una de las grandes apuestas del teatro musical español. Y no termina aquí: en agosto, el telón se alzará de nuevo en Bilbao, durante la Semana Grande, para seguir emocionando a nuevos públicos.
Nuestra puntuación:

Volví a casa con el alma tibia. Pensando que hay historias que uno necesita ver, aunque sea en soledad. Porque, como en la novela, hay pilares invisibles que nos sostienen. A veces son de piedra. Otras veces… de recuerdos compartidos en una butaca vacía.
El que es grande… Es grande.
Y tanto que me hubiera encantado compartir ese momento contigo pero ya sabes que la vida no siempre pone todo de nuestro lado.
La próxima será con más ganas.
Un abrazo fuerte amigo 😊