Crónica: Mujercitas y las luces de Madrid

El frío aire de diciembre acariciaba Madrid mientras las luces de Navidad titilaban en cada rincón. Había prometido a “La Cordobesa” —mi amiga de Córdoba que solo aparece una vez al año, como las buenas historias— que este diciembre sería distinto. Siempre disfrutamos perdernos en las callejuelas iluminadas, pero esta vez quería sorprenderla con algo más. Así que, después de pasear por Gran Vía, con un par de castañas asadas en las manos, le entregué las entradas. Su mirada de curiosidad me lo dijo todo.

—¿Mujercitas? ¡Qué bonito! —exclamó.

La función era en el Teatro Quique San Francisco, un espacio acogedor en pleno barrio de Chamberí. El teatro, que conserva el encanto del viejo Coliseo, se había vestido de gala con guirnaldas y luces cálidas que te invitaban a entrar en otro mundo. Nos acomodamos entre murmullos y risas, mientras el telón aún cerrado parecía guardar un secreto.

Cuando la obra comenzó, supe que había tomado la decisión correcta. La adaptación de Marcos Arbex lograba capturar la esencia de Mujercitas con una frescura inesperada. Las cuatro actrices —Paula Colorado, Chantal Martín, Elena Francisco y Paula Mori— encarnaban a las hermanas March con tal naturalidad que era imposible no sentirse parte de su historia. Jo, rebelde e idealista, nos arrancaba sonrisas con su energía, mientras que Beth, dulce y sensible, nos conmovía con cada palabra. Meg y Amy, con sus contrastes y sueños, completaban un cuadro perfecto de humanidad.

La puesta en escena era sencilla pero efectiva, con un diseño que se centraba en lo esencial: las emociones. Las transiciones entre escenas eran fluidas, y los momentos de humor se entrelazaban con los de ternura de forma orgánica. Uno de los instantes más memorables fue cuando Jo defendió su derecho a escribir y vivir según sus propias reglas; un eco del espíritu feminista de Louisa May Alcott que resonaba en cada rincón del teatro.

A mitad de la obra, miré de reojo a “La Cordobesa”. Estaba absorta, con una sonrisa leve, sus ojos reflejando el brillo de las luces del escenario. Ahí entendí que Mujercitas no era solo una historia del pasado; seguía hablándonos del presente, de nuestras luchas, sueños y anhelos.

Al final, el aplauso fue tan cálido como la propia obra. Mientras salíamos, ella me tomó del brazo y dijo:

—Gracias por esto. Ha sido como volver a casa.

Madrid, esa noche, parecía más luminosa que nunca. Caminamos de vuelta entre luces y risas, recordando escenas y personajes, sabiendo que este encuentro anual había encontrado una nueva tradición: una cita con el teatro. Porque, al final, compartir una historia como Mujercitas no es solo entretenimiento; es un recordatorio de lo que significa crecer, soñar y luchar, juntas.

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One thought on “Crónica: Mujercitas y las luces de Madrid

  1. De esas tarde de invierno que marcan la diferencia. Aprender de teatro, conocer, enriquecerse y siempre de una buena compañia.
    Que suertuda La Cordobesa!

    Gracias! 🙂

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